Tod@s nos merecemos un entorno más accesible. Tod@s merecemos que la sociedad en la que vivimos no nos excluya. Pero este derecho natural debería ser tan dado como recibido.
La pregunta que deberíamos hacernos cada un@ de nosotr@s es: ¿Yo soy accesible?
El ejercicio de la autoevaluación es muy saludable y se puede practicar a cualquier hora del día (incluso después de haber comido): ¿Damos lo que pretendemos recibir? ¿Respetamos el tiempo y el espacio del otro?
Cuando nos encerramos en nosotros mismos y nos empeñamos en ver sólo nuestra realidad, no somos accesibles. Cuando encontramos una piedra en el trayecto tenemos dos opciones: usarla para construir un muro o para construir un puente. La elección siempre es nuestra… aunque a veces, no lo parezca.